¿De qué depende la felicidad? por Luciana Chocobares

   Prendemos la televisión o la radio, leemos el diario, ojeamos una revista, o simplemente salimos de casa para pasear al perro y allí comienzan a bombardearnos: todos diciéndonos qué hacer, cómo pensar, cómo gastar nuestro dinero y nuestro tiempo, cómo vestirnos y hasta qué comer.
Existen ciertos comportamientos que son guiados por la opinión colectiva, que por lo general nos afecta demasiado;  esa que nos quita autonomía y nos obliga a vivir superficialmente y bajo el poder de los otros, todos como en una misma masa, moviéndonos hacia el mismo lugar, persiguiendo las mismas metas y cumpliendo con algunas “pautas” sociales que nos prometen felicidad, solo a cambio de rendirles culto.
   Es sabido que los medios de comunicación ejercen una inmensa presión sobre nosotros, y que tienen la capacidad de condicionarnos. Esto sumado a nuestras pocas ganas de encontrar nuestra propia voz da como resultado hombres y mujeres totalmente cegados a nuestra condición de seres finitos, es decir, ni siquiera se piensa que en algún momento moriremos y se acabarán todas nuestras posibilidades; y seguimos pendientes de factores externos a nosotros, para nada esenciales. Esto es, como bien explicó Heidigger, “una existencia inauténtica”.
   Esto también se reconoce en la novela Fahrenheit 451 del escritor estadounidense Ray Bradbury, que presenta una realidad distópica en la que todas las personas se la pasan pendientes de lo material, lo que supuestamente les proporciona felicidad verdadera, y desatienden por completo a sus familias y seres queridos. “¿Quieres desconectar la sala de estar?”, le pedía Montag, el protagonista principal de la historia, a su esposa Mildred, que desperdiciaba todos sus días frente a las paredes-televisor, a todo volumen.
   La novela mencionada, a pesar de haber sido escrita hace más de sesenta años, tiene una increíble vigencia.
   El desaprovechamiento de oportunidades del que he hablado, desemboca en una vida liviana, prácticamente sin preocupaciones profundas que realmente merezcan la pena. Citando a José Pablo Feinmann, concuerdo en que somos “(…) una nada- pero no una nada como la que me revela la finitud-, soy lo ‘Uno’, soy una cosa que se disuelve en el anonimato del Todo que ha sido creado justamente para que los hombres no tomen conciencia de nada”.
   Relacionando esto con Fahrenheit 451, puedo tomar como punto central esta idea de no tomar conciencia de nada, ya que los personajes son fuertemente manipulados por el gobierno, y están convencidos por completo de que lo que ocurre es lo mejor para todos, sin darse la oportunidad de pensarlo una vez, totalmente cegados por todo lo “bueno” que se les garantiza. La creencia de que la felicidad deviene solamente de poseer objetos materiales es un error que cometen tanto los personajes de esta fascinante historia, como nosotros en nuestra sociedad actual, porque, ¿no hemos deseado alguna vez conseguir algo solamente porque pensamos que nos daría felicidad, a pesar de no necesitarlo? ¿No hemos dejado a un lado a nuestros seres queridos por ello? ¿No hemos ocultado nuestros sentimientos detrás de una barrera de superficialidades?
   Para concluir, es cierto que la opinión ajena influye mucho en nuestro accionar, es cierto que formamos parte de una sociedad superficial y facilista, es cierto que hacemos a un lado ciertas cuestiones de nuestra vida que son muy importantes y privilegiamos otras que no lo son tanto, y es cierto que somos, muchas veces, sometidos por los medios de comunicación que nos rodean, pero también es cierto que la solución está al alcance de nuestras manos y no requiere de mucho más que tomar la iniciativa. Como le decía Granger  a Montag en la novela: “Llena tus ojos de asombro, vive como si fueras a caer muerto en diez segundos. Ve el mundo. Es más fantástico que cualquier sueño hecho o pagado en fábricas”.

Comentarios

  1. Choco, soy Alison. Adoré mucho leer tu texto y, te comento, resuena mucho en mi mente la buena simplicidad y, a la vez, la honda profundidad y lo atinado que está esto que escribiste: « (...) es cierto que la solución está al alcance de nuestras manos y no requiere de mucho más que tomar la iniciativa.». Buena reflexión. Chauuuuuuu

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