EL LECTOR Y EL SER INTELIGIBLE

Sin gran motivación, hace un tiempo, comencé a leer una novela que no pensaba dejaría sucesivas dudas, incertidumbres y reflexiones en mi conciencia. Me refiero al libro Un mundo feliz de Aldous Huxley.
Quien haya leído las letras del autor, seguramente experimentó lo que yo percibí y percibo como la yuxtaposición del pensamiento primeramente confundido, que intenta serpentear y lamer los repliegues de la trama que ofrece la historia para saborear y segregar, en la medida en que se pueda, un leve u hondo entendimiento. La capacidad de discernir, criticar y pensar, es intrínseca a cada ser pensante, valga la sutil redundancia. De aquí que se advierta en dos dimensiones, la «textual» que corresponde a la historia de la novela, y la «vivencial», que respecta a la experiencia situacional del lector agudo, la necesidad del pensamiento crítico orientado a la conquista de la liberación. Es decir, en la medida en que el lector de todo texto, este aquí entendido como cualquier unidad extensiva capaz de ser comprendida, segregue pensamientos y actos de entendimiento consecuentes a lo recibido y juzgado, estará encaminado a conquistar su liberación autoconsciente y a desplegar el entendimiento del Ser.
Me atrevo a enunciar, de manera austera, que al comenzar y al avanzar en la lectura del libro, quedé desconcertada, puesto que solo pude atisbar pequeñas reflexiones y referencias vagas de profundos párrafos que quizá sugerían más que una reflexión de la cual yo estaba provista y quizá precisaban, y tal vez precisan estos escritos, de lectores más informados para hacer justicia a la obra que se pone enfrente a nuestros ojos. Pues bien, no es la primera unidad textual con la que nos encontramos y damos cuenta de que, en la medida en que se presentan más, más descubrimos que tenemos muchas piezas de un rompecabezas universal, infinito, extensivo a todos. Nos faltan muchas para completarlo. Si bien damos cuenta de ello, no significa que seamos por esto los más dichosos. La oportunidad de contemplar críticamente y angustiados a nuestra ignorancia que se asoma advertida vergonzosamente, es un primer paso para contemplar demás oportunidades, claro está. La oportunidad de cultivarnos intelectualmente o prácticamente. Sin embargo, a lo largo de la historia se presentaron y se presentan sujetos y grupos arrogantes, que entrenaron y entrenan sus capacidades persuasivas para alcanzar el poder, mediante la osadía del pensar orientado hacia una causa aparentemente justa, común, unificadora y «no masificadora». Las voces que reprimen el pensamiento crítico, la originalidad del ser, el despliegue del espíritu intelectual, las voces que regulan comportamientos, los modos de manipulación, de producción y las que son la base de la alienación colectiva actual, están magníficamente potenciadas y claras en las figuras directivas que presenta el «nuevo mundo» en la novela. El Director del Nuevo Ford, en el primer capítulo, dijo lo siguiente: «Y he aquí el secreto de la felicidad y la virtud: amar lo que hay obligación de hacer. Tal es el fin de todo acondicionamiento: hacer que cada uno ame el destino social, de que no podrá liberarse.». Esto retrata las formas de dominación y coerción a través del acondicionamiento que impiden el pensamiento crítico y alimentan la sensación de comodidad y coherencia en los actores sociales, además de reducirlos a lo que deben y pueden producir y producirse. La certeza de que hay coherencia porque un “pertenezco a esto y de esta manera” se construye desde medios externos hacia la conciencia subjetiva y frágil de un ser poco atento y vulnerable. Por lo tanto, sin mucha libertad para optar, sin grandes posibilidades de  tomar otra elección frente a la situación que le circunscribe y empobrece, el sujeto se menoscaba a ser un color de tantos otros mismos dentro de la misma lucha de poderes con pocos colores sobresalientes, es decir, poderosos. Es sumamente relevante hacer un análisis que dé cuenta de la realidad social y las críticas que al respecto surgen. El hombre inauténtico, convencional, el Dasein inauténtico, sin mucho poder para incidir gravemente en la sociedad, tiende a desear que lo masifiquen para no sentirse parte de un estigma nuevo que le sea desfavorable, sí desea seguir siendo parte del que ya es parte, fijo, extensivo a todos, parte de todos y vivo hasta su indeseada e indecorosa muerte. En los otros halla consuelo y los otros hallan consuelo en él. Quien no se halla dentro de la menoscabada construcción estructural y social, es la gota fuera del mar que hace que el mar no sea el mismo. Es gracioso pensar que ante hombres y grupos que presentan propuestas o ideas nuevas, orientadas hacia la consecución del bien común o a modo de reflexión, pero con iniciativas o bases totalmente distintas a las  radicales y vigentes aceptadas, los sometidos, alienados, siervos de poderosos, los estigmatizados, estigmaticen con quizá mayor coerción que la que ellos recibieron y reciben. En este diálogo se puede advertir la violenta distinción que realiza un personaje en el capítulo seis (Fanny) de Bernard Marx. Relata con cierto vértigo la anomalía que todos advierten en Bernard: «Es el alcohol de su sangre artificial (…) Hay hombres casi como rinocerontes; no reaccionan como corresponde al acondicionamiento. ¡Pobres diablos! Bernard es uno de ellos». Allí hay una idea instalada de normalidad, en la que Bernard no cabe. Ideas que regulan vidas como: «Cuanto más remiendo, más pobre me siento», «Vale más desechar que tener que remendar» y «¡Cómo me gustan los trajes nuevos!» corresponden a las ideas heredadas e instaladas que tienen como base un sistema que regula y vigila la vida de todos, orientándolos según los intereses que priman en el poseedor de capital. A saber: este puede ser capital económico, capital simbólico, capital axiológico, capital intelectual, capital cultural y demás que garantizan un tipo de poder correspondiente a su base de adquisición.
Ahora bien, la dominación por la que transitan todos los habitantes del nuevo mundo en la novela, es el reflejo saturado de la vida chata y paradójicamente vertiginosa, por la que desde siempre y hasta hoy podemos dar cuenta. Tomando palabras de Santa Teresa de Jesús, son «Almas tullidas» las que se reproducen y se alimentan mutuamente permitiendo su dominación. Dar cuenta de estas y optar por otro tipo de Ser es tarea que desde hoy debe ser realizada. Como también pasar de la problemática advertida a la praxis comprometida para mejorar y levemente configurar, desde un pequeño lugar, las bases que hasta entonces nos orientaban a su antojo. Es necesario devolverle al Ser su lugar correspondiente y posicionar al Tener en función de las necesidades del Ser. No menoscabar al Ser, pensando que es en función de lo que se dice que hay que tener.  Evitar, en palabras de Heidegger, la avidez de novedades, puesto que la relación es distinta. El Tener es en función del Ser, es para el Ser. Los entendidos advertirán que, en relación con lo que plantea Heidegger, es pasar de la «inautenticidad del Ser» a la «existencia auténtica». José Pablo Feinmann (filósofo, docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión argentino), dice en un capítulo de «Filosofía aquí y ahora» al acercarse a lo que suponen los sistemas de dominación y sus consecuencias: «Es una tristeza realmente, porque pasarse la vida bajo el señorío de otros y nunca decir una palabra propia, es como haber vivido muerto.». Sí, es triste y puesto que la idea es despertar esta conciencia dormida, deberíamos pensar que ya es hora de afrontar el señoreo que ejercen los capitalistas ya sea con ayuda del poder simbólico, intelectual, económico, axiológico del que disponen, entre otros  términos utilizados por Bourdieu (uno de los más destacados representantes de la sociología contemporánea), para dar cuenta de la red social y de poder que nos incluye a todos. 
Sin embargo, es inexorable discernir si la paxis está orientada a una causa justa, inclusiva y si el discurso hegemónico al que nos deberíamos enfrentar perjudica a todos los que convivimos. En caso de que sí sea así, la praxis sería contrahegemónica, como la de John, Bernard Marx, entre otros en la novela.
Desde el pensamiento de Gramsci (filósofo, teórico marxista, político y periodista italiano), los que sostendrían este bloque controversial, serían los intelectuales. Los que mantengan la base situacional, social y de poder, deberían ser los generadores de pensamiento crítico, inclusivo y comunitario. Personas que hagan la caridad de ofrecer nuevas posibilidades teniendo en la mente el paraíso de la inflorescencia inteligible y práctica. Gente que tenga al alcance herramientas textuales, unidades capaces de ser comprendidas, para quien quiera comprender. De esta forma, las oportunidades de todos deberían ser abundantes, y la elección de algo, no debería suponer la carencia de una elección mucho mejor, ni su intrínseca angustia.
El arma y la herramienta para luchar y para ya no solamente modificar este tejido inauténtico, es tu praxis comprensiva, tu percepción, tu lectura de todo texto, de toda unidad capaz de ser comprendida a través de la razón que segregue el juicio, la mirada crítica, la originalidad, el despliegue del Ser, el Dasein auténtico de Heidegger, que acepta sus posibilidades y su posibilidad primera, última y segura: la muerte. El que enfrenta la angustia, el que ya no piensa en «las habladurías del mundo», el que intenta ser su señor, el que sabe que es ser en potencia cognitiva y asequible en el vientre arborescente de su conciencia. El que está inquieto, porque sabe que poco sabe, pero que no está yermo.

Alison Caceres.

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